lunes, 17 de septiembre de 2012

Sobre la poética y la imagen literaria*

Víctor Florián B.

Gaston Bachelard
La Poética, nos indica Paul Valéry, es preciso entenderla etimológicamente como “nombre de todo lo que tiene relación con la creación o la composición de obras cuya sustancia y medio es a la vez el lenguaje”. Es en esta perspectiva como vamos a encontrar que en Bachelard el lenguaje escrito, el lenguaje literario, es creador de su propio universo, y que para merecer la característica de originalidad una imagen literaria es un sentido en estado naciente. Por otra parte, la imaginación es la fuerza misma de la producción síquica (Psicoanálisis del fuego) y para acceder a ella no basta la sicología, hay que valerse del sicoanálisis, del inconsciente creador porque “el sueño nocturno ya no nos pertenece” (Poética de la ensoñación). Es por la imaginación como el hombre alcanza el ser, el bienestar; de ahí las expresiones “salud cósmica”, “curación por el poema”, “psicoanálisis de la vida”.
En las obras consagradas al agua, el aire, el fuego, la tierra, podemos examinar las imágenes que han inspirado a los poetas, los símbolos, el concepto de imaginación, la relación imaginación-metáfora, los complejos (de Prometeo, de Empédocles, de Jerjes, de Caronte, etc.), el inconsciente animus/anima.
Al seguir de cerca los trabajos sobre la imaginación fácilmente se pone en evidencia un principio fundamental que recorre toda su obra: la imaginación no es la secuencia de lo percibido o de lo ya vivido; por el contrario, ella posee un carácter primitivo, “síquicamente fundamental” y en cuanto creadora le corresponde la función de lo irreal. La imaginación, lo afirma reiteradamente “no es la facultad de formar imágenes de la realidad, es la facultad de formar imágenes que sobrepasan la realidad, que cantan la realidad. Es una facultad de sobrehumanidad” (El agua y los sueños, p.31).
A esta imaginación así concebida la denomina ensoñación creadora o imaginación material para significar precisamente que se nutre de los cuatro elementos tradicionales. La imaginación material, expresa el autor, se propone pensar la materia, vivir en la materia, o bien- lo que viene a ser lo mismo materializar lo imaginario” (El aire y los sueños, 17). Es desde esta perspectiva de la imaginación en contacto con los elementos naturales como transcurren los análisis del “agua pesada” en la ensoñación de Edgard A. Poe, la ofelización de las aguas tranquilas de Brujas, el complejo de Jerjes de las aguas violentas, etc. O desde otro elemento, el aire, se hace evidente el propósito de configurar una sicología ascensional a partir del examen de las imágenes aéreas presentes en la poética de Nietzsche. También los análisis consagrados al fuego llevan a definirlo como la primera materia de la ensoñación y es esta relación del fuego con la ensoñación la que permite comprender por una parte la pretensión de sustituir el estudio de los sueños por el de la ensoñación y por otra, la formulación de complejos como el de Prometeo y el complejo de Novalis.
La primera hipótesis científica sobre la invención del fuego es el amor. La frotación es una experiencia sexualizada, por consiguiente el fuego es hijo del hombre antes que de la madera. Ese impulso hacia el fuego provocado por la fricción, o la necesidad de un calor compartido es lo que constituye el complejo de Novalis. Desde otra dirección, el origen sexual de las ideas respecto del fuego permite denunciar las falsas evidencias del espíritu precientífico (por ejemplo, el fuego es vida) y las imágenes que se convierten en obstáculos para el desarrollo del espíritu científico.
Al detenernos en los elementos agua y aire siempre desde la idea que son elementos poéticos que se cumplen a la manera de una ley, son las hormonas de la imaginación. Dentro de la correspondencia de los cuatro elementos con los temperamentos y apoyándose en Lessius, el filósofo concluye que los biliosos están caracterizados por el fuego, los melancólicos por la tierra, los linfáticos por el agua y los sanguíneos por el aire.
El acceso del hombre a la humanidad gracias a la imaginación va a la par con la desobjetividad de los objetos y el reconocimiento en el mundo imaginario de realidades que se manifiestan también en parejas de oposiciones: agua maternal/agua violenta, agua diurna/agua nocturna, y es en este sentido como se sientan las bases de una teoría del hombre superior, agresivo, armado de una voluntad inicial, capaz de convertir los cuatro elementos en forma de provocación o más exactamente en tipos de cóleras.
Las imágenes superficiales del agua, es decir, aquellas que se dan en la superficie de las aguas sugieren el desplazamiento de un narcisismo individual a un narcisismo cósmico. El rostro de narciso en el agua, origen de los espejos, evoca no solamente una naturalización de la imagen sino también una idealización de la belleza inacabada porque lo que las aguas le dan no es únicamente su propia imagen sino también la imagen de las flores, los árboles, las nubes, el cielo azul, en fin la imagen de un cosmos cuya centro es narciso mismo.
La multiplicidad de imágenes del agua que encuentra Bachelard en la imaginación literaria y poética contribuye a hacer evidente la presencia de complejos. Un complejo, afirma, es un fenómeno sicológico, por esencia inconsciente y es un transformador de energía síquica. La formulación del complejo de Ofelia comienza por un análisis detallado de pasajes de Hamlet para poner en relación la muerte con el agua. El agua aquí es al mismo tiempo fuente de vida y de muerte. Se comprende entonces que junto al complejo de Ofelia asocie el de Caronte o síntesis del viaje sobre el agua y de la muerte como viaje.
El árbol y el agua como símbolos maternos, son tomados directamente de Carl Jung en quien se apoya constantemente cuando explora la relación de la imagen imaginada con los arquetipos del inconsciente. Ciertamente habría que elaborar un capítulo especial para apreciar aún más con apoyo de los textos la presencia directa del autor de Simbología del espíritu, Sicología y alquimia, Transformaciones y símbolos de la libido.
El laberinto es una imagen que se extiende tanto a la vida diurna como a la vida nocturna. Todo laberinto tiene una dimensión inconsciente y por esto mismo perderse, estar perdido, son situaciones que ya insinúan imágenes y metáforas a la vida consciente.
En los análisis de la imaginación pictórica también el autor pone en contacto la imaginación con los elementos naturales. Es significativo que un ensayo contenido en El derecho de soñar lleve por título “el pintor atraído por los elementos” donde los elementos son principios de la creación artística y en este sentido el pintor antes de la obra pone en acción a una imaginación que piensa, “que medita” sobre la naturaleza de las cosas.
No podría dejar de mencionar la relación de Bachelard con el surrealismo, con los espacios oníricos, con los poetas surrealistas particularmente Paul Eluard. El análisis de los Cantos de Maldoror del conde de Lautréamont le proporciona la idea de una poesía de la excitación, una poesía muscular y de la agresión. El complejo de Lautréamont, de agresión y de violencia está precisamente ahí junto al dinamismo poético.
El fénix, fenómeno del lenguaje; Prometeo como ensoñación contribuye a una poética de lo humano, es una imagen que exalta la naturaleza del hombre y de su esfuerzo cultural; Empédocles es una imagen esencialmente de aniquilación.

* Avance o anuncio del libro Bachelard o el complejo de Prometeo.

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