domingo, 15 de abril de 2012

Exiliados del arca: un espejo de la condición humana


Miyer Fernando Pineda

Ordoñez, Jorge Eliécer (2008). Exiliados del arca. Tunja: UPTC, 73 p.

Presentar un libro de poemas no es como presentar a una quinceañera en sociedad, sino más bien es como un acto que está recubierto de infamia y de pudor. Es como ver una película pornográfica en la que los protagonistas son esas figuras decentes del país, o esas personas santas y loables del reino. Pero no es una película pornográfica cualquiera. Es un acto aberrante de iniciación humana que produce un ligero encantamiento. Discúlpenme los términos pero es que el maldito problema de la poesía es que acaba con la doble moral y los prejuicios. Imagínense esta escena. Suena Chopin de fondo y hay una ventana y por esa ventana se ve el mundo, el mundo y su estupendo e increíble nivel de estupidez. ¿Acaso existe algo más pornográfico que eso? ¿Chopin y una ventana? En esa habitación hay más ventanas, por supuesto, y por cada una de esas ventanas se ven pedazos de la condición humana. En una siempre es de noche, y en la otra siempre llueve, y en la otra se ve a la mujer más hermosa del mundo siendo poseída por animales fantásticos divinizados por el sol, y en la otra se ve caminar al mundo agarrado por poderosas cadenas, y esas cadenas son su historia.

El mundo, esa bestia en extinción, esa plaga del Apocalipsis cansada de la vida. Y el poeta hipnotizado siguiéndole los pasos. Los poetas hay que decirlo, son distintos a los demás seres humanos; no sé si mejores o peores, pero sí sé que son distintos (o pregúntenle a Freud o a Lacan) como todos los demás seres humanos… y que son algunos de los encargados de expurgar el sentido de la condición humana, esa ridiculez que llaman condición humana y que excusa cualquier cosa.

Solo la gran poesía pareciera salirse de los cánones, de los jadeos de la violencia cotidiana. La ternura que subyace en las palabras, en los versos de este libro, es la manifestación de la violencia absoluta. El poeta es un maestro y sus palabras son sentencias: “La mosca, emisario sin destino, cuyo único propósito es golpearse contra el mundo”, o, “Soy un hombre sin luz, solo recuerdos de ríos galopantes habitan mi ciudad baldía”. El arca ya se ha ido. El lúcido Noé ya se ha marchado. Nuestro país no es más que un zoológico fantástico y terrible, o el circo en el que habitan los fantasmas y las víctimas. Y nosotros, los lectores, somos los fieles espectadores de esos espectáculos macabros, sencillamente “porque somos como son los que odian”.

Exiliados del Arca es un Bestiario. Es como si el poeta quisiera decirnos que a lo mejor habitamos un sueño del Bosco. En la edad media, el bestiario era un tratado en el que se describían animales reales o fantásticos, y los rasgos humanos que ejemplificaban. Fueron utilizados por la religión cristiana para la instrucción moral. Inspiraron el simbolismo animal de pintores, escultores y arquitectos. Lewis Carroll y Borges escribieron sus respectivos bestiarios. Para mí es un verdadero honor presentar este libro. Es la prueba de que es discutible ese dictamen bárbaro de desterrar la poesía; sin poesía no hay nada señores, porque la poesía es un testimonio de la vida; el fósil en el que se revitaliza nuestra muerte, la huella del tiempo debajo de la piel. Exiliados del Arca es un libro que hará historia dentro de la poesía colombiana, no cabe duda. Es el bestiario de nuestra condición, espejo de la animalidad que nos habita. Una prueba del diluvio existencial en el que se transfiguran nuestros sueños. Es una arquitectura fúnebre construida con los restos de esas músicas tan implacables e inhumanas que ha producido nuestro tiempo. He aquí un par de poemas:

SURICATO

Para Pablo Montoya C.

Soy el guardián,
el que se alza sobre sus patas traseras
para advertir el asedio de los predadores.
Cuando el guepardo tensa su cuerda de carrera
con un solo gesto aviso a los míos
sobre su bella pero fatal presencia.
El aire sopla sobre mis flancos,
arroja sus briznas desde la pradera,
como un tambor de pregones
el mínimo instante del salto
alumbra en mi pupila, se convierte en miedo
y trata de paralizar toda mi sangre.
Pero soy el guardián, el rapsoda de la tribu,
así que emito mi sílaba sencilla
y todos los suricatos
con sus colas, como banderas de combate,
se esconden, obedientes, bajo tierra.

De: Exiliados del Arca (2008)

Cabra

Para Ulrica y su acto de fe

No existe una historia verídica de cómo llegó la cabra
a estos barrancos del fin del mundo,
pero allí está, rotunda en el espacio que le corresponde
junto al viento, sobre riscos que alguna vez fueron fondo del mar

Ver una cabra en la mitad del mundo,
señalarla con el índice a desmedro del corazón
es habitar esa música arisca
que va llenado el espíritu como si fuera una tinaja de vinagre

Una cabra, como si el silencio y la muerte
fundieran sus campanas en el abismo.
Tan pequeña y tan sola, difícil es nombrarla
digamos que no es verbo, no alcanza su peregrina humildad
a conjugar la alegría, adjetivo tampoco, casi nada

sólo cabra, proyección viva y palpitante
de un peñasco con ramas secas en nuestros ojos en romería.
Agua salada en la garganta, pregón sin palabra,
metáfora del más absoluto y fiel abandono
piedra, piedra, con el sopor de un sol quemante

Y si llueve
y las gotas resbalan por su piel tostada,
la cabra, dignamente se esfuma, sin quejarse,
sigue de pie, silenciándolo todo, casi muriendo,
a distancia del tigre, no es la quemante joya
solo cabra en nuestra memoria de peñasco y olvido

De: Exiliados del Arca (2008)

Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz nació en la ciudad de Cali (Colombia), en 1951. Estudió Filología e Idiomas y es Magíster en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Profesor de Literatura de la Universidad Pedagógica Tecnológica de Colombia, Uptc, Tunja. Cofundador de la Corporación Literaria “Si Mañana Despierto”. Ha publicado los libros: Ciudad Menguante, 1991; Vuelta de Campana (Premio Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá, 1994); Brújula insomne, 1997; Farallones, 2000; El puente de la luna,2004; Desde el umbral, poesía colombiana en transición I y II (Compilación y estudio introductorio), 2005 y 2009, Exiliados del Arca, 2008, La fabula poética en Giovanni Quessep, 1998 (premio Jorge Isaacs a la crítica literaria). Participó en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2008.

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