Miyer Fernando Pineda
Ordoñez, Jorge Eliécer (2008). Exiliados del arca. Tunja: UPTC, 73 p.
Presentar un libro de
poemas no es como presentar a una quinceañera en sociedad, sino más bien es como
un acto que está recubierto de infamia y de pudor. Es como ver una película
pornográfica en la que los protagonistas son esas figuras decentes del país, o
esas personas santas y loables del reino. Pero no es una película pornográfica
cualquiera. Es un acto aberrante de iniciación humana que produce un ligero
encantamiento. Discúlpenme los términos pero es que el maldito problema de la
poesía es que acaba con la doble moral y los prejuicios. Imagínense esta
escena. Suena Chopin de fondo y hay una ventana y por esa ventana se ve el
mundo, el mundo y su estupendo e increíble nivel de estupidez. ¿Acaso existe
algo más pornográfico que eso? ¿Chopin y una ventana? En esa habitación hay más
ventanas, por supuesto, y por cada una de esas ventanas se ven pedazos de la
condición humana. En una siempre es de noche, y en la otra siempre llueve, y en
la otra se ve a la mujer más hermosa del mundo siendo poseída por animales
fantásticos divinizados por el sol, y en la otra se ve caminar al mundo
agarrado por poderosas cadenas, y esas cadenas son su historia.
El mundo, esa bestia
en extinción, esa plaga del Apocalipsis cansada de la vida. Y el poeta
hipnotizado siguiéndole los pasos. Los poetas hay que decirlo, son distintos a
los demás seres humanos; no sé si mejores o peores, pero sí sé que son distintos
(o pregúntenle a Freud o a Lacan) como todos los demás seres humanos… y que son
algunos de los encargados de expurgar el sentido de la condición humana, esa
ridiculez que llaman condición humana y que excusa cualquier cosa.
Solo la gran poesía pareciera
salirse de los cánones, de los jadeos de la violencia cotidiana. La ternura que
subyace en las palabras, en los versos de este libro, es la manifestación de la
violencia absoluta. El poeta es un maestro y sus palabras son sentencias: “La
mosca, emisario sin destino, cuyo único propósito es golpearse contra el mundo”,
o, “Soy un hombre sin luz, solo recuerdos de ríos galopantes habitan mi ciudad
baldía”. El arca ya se ha ido. El lúcido Noé ya se ha marchado. Nuestro país no
es más que un zoológico fantástico y terrible, o el circo en el que habitan los
fantasmas y las víctimas. Y nosotros, los lectores, somos los fieles espectadores
de esos espectáculos macabros, sencillamente “porque somos como son los que
odian”.
Exiliados del Arca es un Bestiario. Es como si
el poeta quisiera decirnos que a lo mejor habitamos un sueño del Bosco. En la edad media, el bestiario era un tratado en el que se describían
animales reales o fantásticos, y los rasgos humanos que ejemplificaban. Fueron
utilizados por la religión cristiana para la instrucción moral. Inspiraron el simbolismo
animal de pintores, escultores y arquitectos. Lewis Carroll y Borges
escribieron sus respectivos bestiarios. Para mí es un verdadero honor presentar este libro. Es la prueba de que
es discutible ese dictamen bárbaro de desterrar la poesía; sin poesía no hay nada
señores, porque la poesía es un testimonio de la vida; el fósil en el que se
revitaliza nuestra muerte, la huella del tiempo debajo de la piel. Exiliados
del Arca es un libro que hará historia dentro de la poesía colombiana, no cabe
duda. Es el bestiario de nuestra condición, espejo de la animalidad que nos
habita. Una prueba del diluvio existencial en el que se transfiguran nuestros
sueños. Es una arquitectura fúnebre construida con los restos de esas músicas
tan implacables e inhumanas que ha producido nuestro tiempo. He aquí un par de
poemas:
SURICATO
Para Pablo Montoya C.
Soy el guardián,
el que se alza sobre sus patas traseras
para advertir el asedio de los predadores.
Cuando el guepardo tensa su cuerda de carrera
con un solo gesto aviso a los míos
sobre su bella pero fatal presencia.
El aire sopla sobre mis flancos,
arroja sus briznas desde la pradera,
como un tambor de pregones
el mínimo instante del salto
alumbra en mi pupila, se convierte en miedo
y trata de paralizar toda mi sangre.
Pero soy el guardián, el rapsoda de la tribu,
así que emito mi sílaba sencilla
y todos los suricatos
con sus colas, como banderas de combate,
se esconden, obedientes, bajo tierra.
De: Exiliados del Arca (2008)
Cabra
Para
Ulrica y su acto de fe
No
existe una historia verídica de cómo llegó la cabra
a
estos barrancos del fin del mundo,
pero
allí está, rotunda en el espacio que le corresponde
junto
al viento, sobre riscos que alguna vez fueron fondo del mar
Ver
una cabra en la mitad del mundo,
señalarla
con el índice a desmedro del corazón
es
habitar esa música arisca
que
va llenado el espíritu como si fuera una tinaja de vinagre
Una
cabra, como si el silencio y la muerte
fundieran
sus campanas en el abismo.
Tan
pequeña y tan sola, difícil es nombrarla
digamos
que no es verbo, no alcanza su peregrina humildad
a
conjugar la alegría, adjetivo tampoco, casi nada
sólo
cabra, proyección viva y palpitante
de un
peñasco con ramas secas en nuestros ojos en romería.
Agua
salada en la garganta, pregón sin palabra,
metáfora
del más absoluto y fiel abandono
piedra,
piedra, con el sopor de un sol quemante
Y si
llueve
y las
gotas resbalan por su piel tostada,
la
cabra, dignamente se esfuma, sin quejarse,
sigue
de pie, silenciándolo todo, casi muriendo,
a
distancia del tigre, no es la quemante joya
solo
cabra en nuestra memoria de peñasco y olvido
De: Exiliados del Arca (2008)
Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz nació en la ciudad de Cali
(Colombia), en 1951. Estudió Filología e Idiomas y es Magíster en Literatura
Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Profesor de Literatura
de la Universidad Pedagógica Tecnológica de Colombia, Uptc, Tunja. Cofundador
de la Corporación Literaria “Si Mañana Despierto”. Ha publicado los libros:
Ciudad Menguante, 1991; Vuelta de Campana (Premio Instituto de Cultura y Bellas
Artes de Boyacá, 1994); Brújula
insomne, 1997; Farallones,
2000; El puente de la luna,2004; Desde el umbral, poesía
colombiana en transición I y II (Compilación
y estudio introductorio), 2005 y 2009, Exiliados
del Arca, 2008, La fabula poética en Giovanni
Quessep, 1998 (premio Jorge Isaacs a la crítica literaria).
Participó en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2008.
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