miércoles, 7 de marzo de 2012

Psicoanálisis... ¿todavía? (2)

Reseña* de la conferencia de Lizbeth Ahumada (febrero 13 de 2012)


Cuando decimos “Psicoanálisis todavía”, ¿invitamos a la repetición, a la permanencia? No: la expresión también invita a mirar menos de lo mismo, a algo de la novedad: un llamado a no decir y escribir siempre lo mismo. Para este encuentro, adopta la forma de la precisión, que implica un aire de otra cosa. Ahora bien, mientras que en la ciencia la precisión tiene que ver con un saber a prueba de sujeto, el psicoanálisis se hace cargo del sujeto, de un saber que lo ha atrapado, con el cual ha hecho una elaboración de la cual puede dar cuenta; y la precisión implica allí preguntas como: ¿cuántas veces?, ¿desde cuándo?, ¿en qué momento se angustia?... con cada una de estas sencillas preguntas, se busca que el mismo sujeto se sorprenda: él no había pensado los detalles que rodean su síntoma o problema.

Lo que el psicoanálisis busca en una historia clínica es precisamente la precisión. La precisión contraría la variedad, la “carreta”: implica un esfuerzo por dar la palabra justa… y esto no es sencillo, pues se tiende a vagar en los pensamientos. La precisión requiere esfuerzo y disposición.

Para Lacan, Descartes es una figura central: el sujeto cartesiano es el sujeto del psicoanálisis. La experiencia cartesiana tiene algo de experiencia psicoanalítica. Lacan dijo que Descartes había reflexionado como un analizante: realizó una reflexión propia, es decir, se hizo analizante de su propia experiencia de vida. Se sumerge en una experiencia de vaciamiento de saber, poniendo en primer término la experiencia subjetiva; es decir: es el sujeto de su propia experiencia. Además, se impone a sí mismo una condición para hacer ese vaciamiento: buscar una certeza; dejar de saber, para llegar a una certeza (hace una escansión entre certeza y saber). Entonces, hace el proceso de llegar a una certeza pero vaciando, desechando, todo lo que sabe, descreyendo de los semblantes que le rodean, de todo lo que hace parecer que es. La duda cartesiana es una duda metódica: apunta a todo lo que hacía de campo de saber, pone entre paréntesis lo que se cree saber, ver, imaginar. No suponer nada, es quedar vacío.

Nuestras falsas certidumbres tienen que ver con la idea de saber: saber decir, saber de un hombre, saber qué busca una mujer, el sabio es tal persona. El saber va aparejado con la idea de una cierta estabilidad. Entonces, vaciarse de saber, vaciarse de las anclas imaginarias, puede producir angustia o, al menos, desequilibrio. Es quitarse el abrigo de la seguridad del saber, es esto de lo que se va despojando Descartes en sus Meditaciones. Y lo que queda es una certeza: no la del saber, sino la del Ser. Escansión que interesa mucho al psicoanálisis, no es por el lado del saber que alguien Es.

Una experiencia conmovedora —muestra Descartes— tiene que ver con la precisión: hay que ir a los detalles de toda la vida; y para ver de qué voy a dudar, es necesario poder precisar un proceso, precisar su método. Así, las únicas ideas que le parecen precisas son las de las matemáticas: hay que esforzarse para llegar a la precisión. No en vano, Lacan Lacan estaba interesado en los matemas, en simplificar la experiencia del análisis a tal punto de precisar uno par de elementos que han marcado toda una vida. La experiencia psicoanalítica empieza con una novela voluminosa (muchos los elementos, complicaciones, problemas)… pero termina en un cuento breve: es el punto de precisión de los pocos elementos que han sostenido una vida.

Descartes no se queda en el yo de la conciencia; el sujeto cartesiano no es un estado cerrado. Por un lado, da lugar a introducir el problema del inconsciente; y, por otro, pone al sujeto del lado de la vacuidad del saber, es un sujeto que queda vacío, que ya no es sostenido por la representación, que no está lleno ni colmado de significación. ¡Ese es el sujeto que le interesa al psicoanálisis!: un sujeto que aparece y desaparece; un “yo soy” que emerge, pero que vuelve a la sombra: no se mantiene en un estado definitivo del ser. Sujeto pulsátil, dice Lacan: de pronto se cierra sorpresivamente. Es otro de los detalles de la precisión. Ese pienso luego soy, hay que tomarlo como un de pronto.

Ese “de pronto” es lo que Freud llamó manifestaciones del inconsciente, sus formas de presentación: de pronto dije una cosa por otra y ahí creo ser (dije ‘adiós’ y no ‘hola’… de pronto soy el que se quiere ir). A Lacan le interesó sacar lo pulsátil del enunciado cartesiano: soy en ese momento, soy cuando me reí de algo y no debí reírme, soy cuando soñé algo y es un sueño en que no me reconozco… Es algo muy lejano del estado del ser ideal. Nada se asemeje más a la vacuidad del sujeto cartesiano que no saber qué soy.

Un sueño, en el que Descartes se pregunta por lo que va a ser, lleva a Lacan a pensar que en la experiencia analítica hay que obtener una certeza: soy algo, o soy así. Se pasa, del vaciamiento de un supuesto saber de lo que soy, a la obtención de una certeza de otra índole, donde no hay duda, donde no interesa dudar. Vaciar el saber tiene una incidencia real en el sujeto. No queda en el aire, tiene un efecto: pasa a un hacer como modo de concluir; llega a producir algo en la vida del sujeto, pues ya no se sigue satisfaciendo en la dicotomía saber/hacer, sino que extrae un acto a partir del saber vaciado, procesado. Entonces acontece un ahora soy, pero actúo conforme a lo que soy. Esto es, para Lacan, el final de una cura analítica. Es el coraje que requirió Descartes, y que requiere cualquier persona en la experiencia analítica, para sacar las certidumbres. Coraje quiere decir franqueamiento para superar las trampas del saber. Sospechar de nuestras certidumbres requiere coraje.

Tener ganas de cambiar, es lo que encuentra lacan en Descartes; un hombre deseante, quiere decir que no retrocede frente al umbral, que sigue avanzando.

Como vemos, psicoanálisis, filosofía y ciencia dicen distinto la precisión. Para el psicoanálisis, la precisión es localizar lo real que lo acecha; es decir, llevar al extremo la localización para intentar cernir, cercar esa incógnita, sabiendo que se va a escapar, que no es posible significarlo… sólo acecharlo. No se domeña.

* Reseña realizada por Lilian L. Caicedo Obando

1 comentario:

  1. Usualmente (en la escuela, en la calle, en el mundo, en la cotidianeidad, en la vida...) se cree que en el saber 'sabido' yace la seguridad y la calma prometida por esa ilusión de verdad fincada en la modernidad; pero no es cierto, ya que en la medida en que creemos acercarnos más al objeto de saber, nos distanciamos más... y aparece la angustia provocada por el abismo de lo 'no sabido', la angustia provocada por aquello que al nombrar, desaparece detrás de la palabra que lo intenta. Y es allí, en el reconocimiento y la aceptación de la imposibilidad por saber, en donde, desvencijados, se intenta hacer con la angustia y emerge el coraje para 'hacer con eso', con la ignorancia, con el 'no todo'... con lo imposible..., que a su vez y sin tiempo (como río que fluye): se transforma en posibilidad....

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