martes, 14 de febrero de 2012

Psicoanálisis… ¿todavía? (1)

Reseña de la 3ª sesión del seminario del mismo nombre (febrero de 2012), ofrecido por Guillermo Bustamante Zamudio y Lizbeth Ahumada Yanet.

En un contexto epistemológico, se habla de las disciplinas científicas como dotadas de un objeto concreto-real y de un objeto abstracto-formal. Esto coincide con un horizonte de la ciencia: si bien se ocupa de lo singular, de lo particular y de lo universal, tiende a lo universal; sus encuentros con las otras dos "cantidades del juicio" —como decía Kant— son obligados en su paso hacia la postulación de un universal. En tal sentido, lo singular resulta desechado, a condición de haberse servido de él… también resulta “producido”, como una muestra del dominio sobre la ley. La formalización (por ejemplo, mediante las fórmulas matemáticas) hacia la que tiende esa universalización permite ver en el singular una muestra de especificidades "mezcladas" (no se encuentran oxígeno y hierro puros, sino "óxido de hierro"); una vez dersagregadas las especificidades, el fenómeno es apenas una realización de propiedades universales.

Pues bien, Freud venía del campo de la ciencia y no dejó de decir que aspiraba a un reconocimiento en ese campo. Lo dice, no obstante, en momentos distintos, en tonos diversos, en el contexto de una lógica expositiva que habría que caracterizar. De otro lado, Freud obró principalmente desde una escucha, desde una postura que no hace continuidad con la postura de la ciencia de la que él venía. Esto nos hace pregunta: ¿por qué oír así, si la comunidad científica tenía otra postura frente a la "enfermedad mental"? En el campo de la ciencia, tenemos la idea de que la teoría interactúa con la práctica: prueba, confrontación, experimento, aplicación, etc. Entonces, la escucha freudiana, ¿es la “práctica” concomitante de una ciencia en ese sentido?

La especificidad humana parece definirse en torno a la excepción: ¿no es cada ejemplar humano una excepción a la regla? Al contrario de una continuidad natural, el humano aparece como el efecto de una discontinuidad: falta un eslabón de la cadena (el “eslabón perdido”) para explicar el paso entre los primates y los “primates hablantes”… Y no es que no se haya buscado suficientemente, sino que hay un efecto de corte. Desde la ciencia vemos el esfuerzo por “hermanar” animales y humanos en muchas formas: conductas parecidas, requerimientos orgánicos para explicar los comportamientos de unos y otros, presencia en los animales de asuntos que antes sólo atribuíamos a los humanos, etc. Este esfuerzo parece, incluso, desesperado. Pero con la misma intensidad continúa apareciendo una serie de fenómenos que no se deja clasificar…

El principal asunto que suele esgrimirse como causa de esa discontinuidad es el lenguaje. Por supuesto que inmediatamente aparece el esfuerzo que intenta, de un lado, encontrarlo también en los animales y, de otro lado, explicarlo por sus correlatos orgánicos en los humanos. En cualquier caso, el lenguaje viene bien para explicar una respuesta “a la medida” para una desprogramación natural. El eslabón que falta inclina el plano, de manera que rodamos en una dirección que tiene que ver con los límites del lenguaje. De ahí en más, el asunto del sujeto es el estar "arrojado al mundo", como un indigente: sin programación, sin saber cómo se responde en cada caso, teniendo que recurrir al otro… y mientras la condición humana siga siendo la indigencia, habrá malestar... eso no pasa de moda, eso no ha sido tocado por la ciencia. Cuando apuntamos a nombrar ese malestar (“depresión”, por ejemplo) y a obrar en consecuencia con la hipótesis de que con nosotros lo único que ha ocurrido es que la naturaleza siguió su rumbo, no dejan de producirse nuevos restos de la operación. Parece como una misión imposible: hay más huecos que maneras de taparlos y cuando nos inventamos nuevas maneras, se producen más huecos…

Se dice que el psicoanálisis ya no está de moda, que hoy sabemos muchas cosas que no se sabían en época de Freud, de manera que la base que daba lugar a todas sus “elucubraciones” está desvirtuada y que, en consecuencia, ya no tendría razón de ser. Y, efectivamente, cada vez parecen saberse más cosas… pero esa “evolución”, ¿toca la especificidad humana, cifrada —como hemos dicho— en una discontinuidad, no en un desarrollo? El psicoanálisis apunta a esa especificidad que no da cabida a la idea de una evolución. Así, la escucha del psicoanalista no apuntala una ciencia. Mientras la práctica que acompaña a una ciencia es en gran medida una tautología (la misma ciencia establece las condiciones que la probarían), Freud aplicó la escucha a la condición humana... desde 1895 ya está hablando de "mudar la miseria histérica en infortunio ordinario"... notable antecedente de "convertir la impotencia en imposibilidad". De manera que no se trata de la práctica (clínica) que corresponde a una disciplina; tampoco es la “aplicación” de una teoría. Es una ética: apunta a estar a la altura de la indigencia humana (deseo de la diferencia específica). Y es que se puede tratar de hacer algo con esa indigencia, sin rebajarla (los artistas, por ejemplo, parecen tomar esa ruta), o se puede tratar de velarla.

Freud se autoriza en una especificidad humana curiosamente entendida para intentar que el otro trabaje por estar a la altura. Él, a su vez, intenta estar a la altura de su acto mediante la teorización de eso que hace ocurrir con un dispositivo inédito.

De manera que sí: todavía psicoanálisis… porque todavía humanos.

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