En el sujeto hay una discordancia temporal irreductible. El ‘yo’ está en la encrucijada de dos tiempos que no se pueden conjugar. De eso padece el sujeto, en la medida en que es hablante. Hay un tiempo medido por la cultura (que, con la modernidad, se ha vuelto un tiempo de la precisión) y otro ligado a la experiencia vital. El ‘yo’ está constituido de esa discordancia: no hay proporción temporal. El ‘yo’ es una defensa de ese insalvable. No hay momento justo: siempre estamos retrasados o anticipados. La constitución misma del yo se da por anticipación: encuentra en la imagen lo que el cuerpo orgánico todavía no tiene. Así, el ‘yo’ está en la hiancia (en el intervalo) entre tiempo orgánico y tiempo subjetivo. El esfuerzo por hacerlos coincidir es mortificante; el tiempo se vuelve un imperativo mortificante: el sujeto sufre el tiempo, goza del tiempo.
Al demandar un psicoanálisis ya viene articulado el asunto del tiempo: ¿cuánto dura un psicoanálisis?, ¿cuándo termina?, ¿cuánto dura la sesión?... Y, del lado del analista, también hay una inquietud por el tiempo: ¿cuándo se solicita un análisis?, ¿en qué momento, siendo que se ha sufrido de eso durante un lapso? En los síntomas de la época también vemos articulado el asunto del tiempo: los adolescentes tardíos.
Veamos unos juegos de oposiciones —en relación con el tiempo—, en cuyos intervalos estaría el sujeto.
A. Inmediatez//Recuperación
La inmediatez está perdida para el sujeto. La negatividad (no hay cosa) instaura el deseo: el sujeto pierde la cosa para que el deseo encuentre su objeto. Entonces, de un lado tenemos la inmediatez de la cosa perdida y, de otro lado, el intento de recuperación —el deseo— que constituye sustitutos de esa cosa. Como esta pérdida es estructural, no se puede “dar lo que faltó”.
El ser hablante, al contrario de lo que parecería a primera vista, primero hace el juicio de atribución y después el de existencia (Freud: “La denegación”). Además, no hay linealidad (continuidad) entre ambos. Para el sujeto, queda la falta.
B. Ciclo//Creación
De un lado, tenemos lo que retorna al mismo lugar (ciclo), que evoca la ciencia, en tanto busca hacer caber todo en ciclos y que, en consecuencia, niega la creación; esta repetición está comandada por los significantes (que cada vez pueden ser distintos): es una temporalidad subjetiva. La ciencia materializa una dirección temporal: lo infinito. De otro lado, está la creación ex nihilo (que evoca asuntos bíblicos) y que tiene que ver con un límite para ese infinito: la detención de la repetición para el sujeto; en ese sentido, el psicoanálisis postula lo incesante: el lenguaje no es infinito (y, entonces, el análisis tiene un término indefinido… al cual el sujeto le encontrará su punto de basta).
C. Tiempo cronológico//Tiempo lógico
El tiempo cronológico, tiempo de la ciencia, transcurre con independencia del sujeto. En cambio, las modalidades del tiempo lógico (instante de ver, lapso para comprender y momento de concluir) se definen en relación con el sujeto: alguien tiene que verlo que no había visto, para que se le vuelva necesario interpretar lo contingente(y, entonces, pueda —por ejemplo— pedir un análisis). A partir de ahí el tiempo para comprender (para ‘rememorar’,decía Freud) depende de cada uno, no hay lapso válido para todos. Y, también de manera singular, cada uno llega a concluirsu propio final (que puede ser del orden de la felicidad, del horror al saber, del no querer saber más…).
En consecuencia, el tiempo de las sesiones en psicoanálisis es variable, no se ajusta al tiempo cronológico. El inconsciente pide su tiempo propio para revelarse. Si bien Freud asignó un tiempo para sus sesiones, él era el primero (¡para él no había estándar!... otros tuvieron que naturalizar ese tiempo). El estándar se alía con el tiempo objetivo (cronológico), con lo que ignora el tiempo subjetivo.
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